Consideraciones sobre el Juego y su relación con el Aprendizaje
“El niño no juega para aprender, pero aprende cuando juega” (Martha Glanzer)
Por ser el juego una actividad libremente elegida, no debe haber presión externa para la
Manifestación espontánea del niño/a. Por lo tanto, lo que en el juego aparece es lo más
Auténtico del pensamiento infantil; lo que “pone en juego” el niño/a es lo que tiene
Verdadero sentido para él/ella: sus intereses, preocupaciones, curiosidad, miedos, lo
Inabordable. “Jugar es jugarse, es entrar y salir de la locura…”, dice Eduardo Pavlovsky
“Es no estereotipar, es mover el orden de las cosas, inventar caminos, transformar la
mirada, simbolizar, movilizar reglas, convenir, crear, que en última instancia, es, al fin, la
gran operación del sentido…” , dice Chiqui González.
Los juegos invitan al encuentro comunicativo, lo que implica la correlación entre juego y
lenguaje, ya que ambos contribuyen a la disminución progresiva del egocentrismo del
niño/a: al jugar con otros, la necesidad de comunicarse y entenderse para llevar a cabo
ese juego, dan sentido a la palabra. De este modo, el jugar se constituye en un
importante medio para la descentración infantil.
El juego y las reglas:
Todo juego implica reglas, ya sean éstas implícitas o explícitas, preexistentes o construidas
durante el juego mismo. Esto supone entrar en diálogo con el/los otro/s para establecer
esos acuerdos que estructuran el juego, y comprometerse a cumplirlos. Trampear
significaría no respetar esos acuerdos; quien trampea queda fuera del juego y son los
mismos jugadores los que se lo hacen saber. Por lo tanto, jugar implica aprender a ser
honesto, a cumplir con lo pactado, con los acuerdos. Según Raimundo Dinello, “Se trata
de una confrontación consigo mismo, y cuanto más jugamos, más chances tenemos de
ser auténticos y sinceros. Porque en el juego no nos podemos engañar, mientras que en la
realidad social sí somos capaces de engañar al otro: el sistema puede frecuentemente
aceptar nuestra trampa”.
Frente a esto, es imprescindible ofrecerle al niño variadas oportunidades de organizar
juegos donde sean ellos los creadores de las reglas, ya que frente a situaciones
estereotipadas y reguladas siempre por el adulto, solo tienen dos posibilidades, someterse
a las reglas externas o trampear. Este punto reviste gran relevancia por el valor educativo
que el juego asegura al aprender a ser honesto, auténtico, especialmente con uno
mismo.
Establecer reglas para jugar supone, como dice Graciela Scheines, “interrumpir el orden
de la vida ordinaria, destruirlo temporalmente, para fundar, en el vacío que queda en su
lugar, el orden lúdico”. Es decir, se parte del vacío y el caos que se generan a partir de
romper con el orden establecido, para fundar un nuevo orden: el del juego. Este caos y
este vacío son un pasaje hacia el juego, una antesala del juego propiamente dicho y son
necesarios para crear las reglas que lo estructurarán. 4
Ante una propuesta del docente (modificación del espacio, ofrecimiento de materiales o
desde una consigna que invite a crear algo diferente) se producen estas situaciones de
caos, de vacío, de deriva. Es fundamental que el docente habilite y permita (y se permita)
ese caos, ese vacío para saber de qué manera los niños/as van estableciendo acuerdos y
decidir qué intervenciones serán necesarias para que el juego suceda. Pero si este caos y
este vacío persisten, el juego no aparece: es necesario que se atraviesen para poder
iniciar el juego.
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